Me gusta comer comida de los carritos cuando me voy a otra ciudad como si me estuviera permitido porque tengo mi cocina lejos y no me queda más remedio.
Podía permitirme esta vez aunque sea una hamburguesa de la plaza de mi barrio.
Me dieron mi sanguche y me senté en la mesita mirando a la plaza.
En eso sale del uno de los paquetisimos edificios que la rodean una chica con un caniche con un ponchito muy canchero.
El caniche hace su caquita y sin juntarla su dueña regresan al edificio.
A pocos metros de la deposición está el dispenser de bolsitas para juntar las caquitas de los perritos.
Esta escena casi me arruina la comida y para que no lo logre me dedique a planear una venganza.
Un grafitti o un pasacalle que dijera "La dueña del caniche que vive acá no junta su caca" etc.
Entretanto entretenida en mis elucubraciones terminé de comer y emprendí mi regreso mientras veo que la mina sale del edificio sin el perro rumbo a un Peugeot que manejaba su chongo. Calculo que le dejo una llamada perdida o un mensajito porque no bajo a tocar timbre.
Mientras cruza la calle yo llego al lado del auto y paso por adelante, me digo a mi misma: "Ma'si" y regreso hasta el auto, le toco la ventanilla al tipo que me la abre sin dudar; seguramente los anteojos y la nariz pequeña demuestran mi calidad de buena persona.
-Hola, vos sos la dueña del caniche?
- Ay! Si.- Me dice la tarada con cara de "viste que tierno que es".
- La próxima junta los soretes cuando lo saques. Gracias, chau!
No me contestó
Su cara tomo una seriedad pasmosa. Tal vez porque la escrache frente al tipo.
Estuve mal con decir sorete, tendria que haber dicho caca.
No importa si pasa algo o no.
Igual yo me sentí poderosa.
